lunes, 5 de abril de 2010

'De nuevo todos contra Rossi'

GIACOMO AGOSTINI
QUINCE VECES CAMPEÓN DEL MUNDO

Este fin de semana he ido al circuito Paul Ricard, un trazado para divertirse donde no estaría mal hacer un gran premio. He ido para pilotar durante un buen rato y pasármelo en grande con mi vieja MV Augusta. Hemos rodado, aún me he sentido rápido, bueno, lo rápido que se puede ser tras varias décadas sin competir al más alto nivel mientras en el interior de mi casco he sentido el cosquilleo de la velocidad. Eso, amigos, nunca se pierde.

Y mientras daba vueltas al circuito francés, le he dado vueltas también a este texto. No por hacerlo mejor o peor, más literario que narrativo, sino por saber qué podían desear de mi aquellos que me pidieron si me apetecía afrontar un escrito de estas características.

He pensado, por ejemplo, si querían saber si disfrutaré, como así lo haré, no sé si una, dos, tres o, incluso, las cuatro visitas a España con motivo de una marca única y de la que deben de sentirse orgullosos todos los españoles, especialmente los motards y todos aquellos que están vinculados con el mundo de las carreras: cuatro grandes premios en España. Los italianos hubo un tiempo que teníamos un montón, cierto, y muchos pilotos, también, pero España, fundamentalmente debido a sus muchas copas de promoción, es ahora el país de moda en el Mundial y no solo porque la compañía española Dorna organiza el campeonato, sino por su gran pasión.

MILES DE de aficionados se han contagiado de nuestro deporte y, sin duda, los cuatro grandes premios españoles tendrán lleno en las gradas. Así que mi primera reflexión, pensé, ha de ser confesar esa envidia sana que tenemos todos los seguidores de las carreras por la manera y forma en que España, un país, como Italia, ideal para ir en moto, ha logrado convertir el motociclismo en algo más que un bello deporte.

Es cierto que los italianos aún tenemos al campeón que todo el mundo quisiera tener aunque, como ocurrió en muchas épocas, buena parte de estos ídolos suelen ser patrimonio de la humanidad. Pero sí, Valentino Rossi sigue siendo el ídolo de todos y es italiano, y eso debe enorgullecernos. Hasta a mí, pienso, pese a que no cesa de perseguir mis marcas tanto en victorias en grandes premios como en número de títulos mundiales. Por eso suelo bromear siempre en los paddocks del Mundial de motociclismo ante la posibilidad de que alguno de estos jóvenes guerreros, especialmente Jorge Lorenzo, puedan poner fin o ralentizar la suma de triunfos y cetros de Vale.

Y es aquí donde llegamos no solo a elogiar un campeonato con tantos grandes premios, un calendario tan amplio y visitas a todos los continentes, como a valorar las posibilidades de cada uno de los favoritos, especialmente en MotoGP, la categoría en la que, en el más puro estilo de la F-1, se ha centrado la atención de todo el mundo, pues no deja de ser, en efecto, la cilindrada más atractiva.

El viernes se pone en marcha en Qatar un campeonato en el que solo hay un favorito: Valentino Rossi. Y no solo porque ha realizado una pretemporada perfecta, pletórica, sino porque el mejor tiene, vista la mejora y evolución de la Yamaha, la mejor moto. Y si al mejor le proporcionas la mejor arma de matar, date por muerto, por derrotado.

Una de las cualidades más grandes de Rossi es, no solo su poder, sus ansias de ganar, de pasárselo bien sobre la moto, sino ese deseo de querer imponerse incluso en los entrenamientos. Y es que cuando lo tienes todo para ganar y ganas, no te quieres ir de este deporte. Entiendo a Rossi, no tiene ni un solo motivo para retirsarse de la competición.

Pero este año puede que lo tenga tan o más difícil que el año pasado. Casey Stoner y su Ducati han superado ya el bajón físico del australiano; Lorenzo suma más experiencia, ha superado el acoso psicológico de trabajar al lado de Rossi y ya puso en aprietos al campeón el año pasado. Y esperemos que Dani Pedrosa acabe solucionando los problemas de estabilidad que le da la nueva Honda. Los tres han demostrado tener talento, ser agresivos y capaces de codearse con Vale, que, repito, sigue con la mejor moto, lo que le convierte en el hombre a batir. De nuevo.

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